Tratamos con
leyes naturales evidentes, empleando tal término por el simple hecho de que
responden ante nuestros ojos bajo un experimento simple. La manzana que cae del
árbol y golpea la cabeza del científico, nos indica una verdad innegable: la
gravedad. Pero, ¿qué sucede con aquellas leyes que no tienen consecuencia
instantánea? ¿Qué sucede con aquellas que tienen como resultado situaciones que
puedan sucederse inclusive años después? Simplemente, no las vemos, o
preferimos no mirarlas. Convengamos entonces que pisar la cascara de banana
adrede en más de una ocasión o dos, nos hace sentir idiotas, porque conocemos
perfectamente el resultado. Aquí es cuando sucede lo mismo. No somos ciegos, o
miopes. Simplemente creemos que es mejor no analizar la acción que desencadenó
la consecuencia de la cual nos lamentamos. Así, es más fácil culpar al destino,
la mala suerte, Dios, o los Hados (la elección de ello no es trascendental). Detenerse
unos momentos para analizar, introspectiva y profundamente, las razones de una
causa nos da como pauta algo útil y duro a la vez: que tenemos el poder de
elegir las acciones, no las consecuencias. Pero si elegimos las acciones
concibiendo las leyes naturales, las consecuencias habrán sido seleccionadas
exactamente una a una por nosotros mismos.
Podemos dar
crédito, sin duda, de aquella frase tan mencionada, pero más que nada por
modismo y buenas costumbres: un hombre cosecha lo que siembra.
Totalmente de acuerdo.
ResponderEliminarEstimado: Soy Eusebio. Eusebio Q. Que tenga buenas tardes.
ResponderEliminar